En un partido de fútbol caben infinidad de episodios novelescos, dijo Alejandro Dolina alguna vez. Y quienes frecuentamos los estadios o jugamos de vez en cuando un picado con amigos en un campo de sintético y caucho sabemos que es así. Sin embargo, a veces el fútbol va más allá y supera los límites de lo imaginable. Un ejemplo de eso es el caso de Roberto Gabriel Trigo, el jugador paraguayo que derribó una avioneta de un pelotazo.
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Corría el febrero de 1957 en el caluroso verano paraguayo. En una cancha de barrio de Asunción se enfrentaban el General Genes y Presidente Hayes, de la Primera División guaraní. «Tiraron un córner, yo la bajé con el pecho, agarré el balón muy de abajo y lancé un pelotazo arriba. Justo pasaba la avioneta”, cuenta Trigo, de casi 80 años.
Quien piloteaba aeronave era Alfredo Lird, un dirigente del Genes y amigo Roberto, quien tenía una curiosa costumbre: ver los partidos del club de sus amores desde el aire, volando bajo por sobre el campo de juego.
“No pase más así, que le voy a dar un pelotazo y lo voy a echar”, le había advertido poco antes, en un chiste que luego tomaría un sentido premonitorio.
Los testigos de esa tarde cuentan que el rechazo de Trigo dio de lleno en el motor de la aeronave. Fruto del golpe, el piloto perdió el control de la avioneta, que cayó en un baldío justo detrás de las gradas del estadio. Al escuchar el estruendo, tanto los hinchas como los jugadores corrieron hacia el descampado.
«Yo me asusté. Me llevaron y me hicieron tomar agua fría y me mojaron la cabeza. Me dijeron: ‘tranquilo, no pasó nada en absoluto. El piloto está bien’. Así que me quedé tranquilo». Como si fueran pocas emociones para una tarde, el partido entre Genes y Hayes siguió y terminó con victoria de los locales por 2-0.
A más de 60 años de este hecho impensado, las vidas del Genes y de Trigo fueron de la mano pero tuvieron desenlaces muy diferentes: el club desapareció –al menos del fútbol profesional- y hoy alquila su cancha a equipos amateurs. Por su lado, el lateral derecho y su particular hazaña han sido recordados por medios de todo el mundo a lo largo de varias décadas.
Sin embargo, esta historia tiene un último giro inesperado. A días de cumplir de 80 años, el club es la casa de Roberto. Y esto está lejos de ser una expresión romántica: el ex defensor reside actualmente en una humilde vivienda ubicada debajo de las gradas del estadio que lo vio jugar –y derribar avionetas- cuando él todavía era joven.
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